Bien
podría culpar alcohólicos ritmos de la noche blanca,
lo cierto
es que real o no,
sucedió igual de gradual a veces
anteriores.
Actualmente la situación es preocupante,
existe
dentro de los pliegues cerebrales
una promesa sedante, un déjà-vu
imperecedero,
un símbolo marcado entre mis hemisferios.
Los
tormentos negruzcos del paisaje
se fueron abriendo en
espiral,
apareció tu rostro girando
en los dedos del reloj.
Se
congregaron en mis átomos
los trozos restantes del espacio.
No
encuentro razones para evitar hablar de ti,
del mismo modo noto
ínfimas diferencias
en medio de trances lúcidos.
Y es que
tengo el alma dependiente a toda sensación
que comprima las
paredes de mi pecho en asma.
Son
minutos retorcidos,
con miles de motivos empujando a besarte.
Voy
afinando ideas de aluminio
sobre el telar de mi bicefalia,
me
voy hundiendo
en arenas movedizas de tus fluidos.
Moriría
siete veces al día sólo para oír esta orquesta.
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