jeudi 20 août 2015

El mariconeo

Me encontré de pronto tras una larga carrera
batiendo un salteado de pollo,
algunos ingredientes más
y la pizca justa de sazón
que conserve la neutralidad de todos los sabores.

A mi lado una ciudadana chilena
nacida en La Paz, Bolivia y un joven cubano...
El desorden de acentos es delicioso,
las medidas dispersas y los tiempos revueltos
los sinónimos corren, algunas palabras se detienen
me saludan, se saltean, se sellan en mi cabeza.

¿Qué hiciste esta tarde Germancito?
preguntó la hoya del Titicaca
y yo, comienzo a saltear y batir
la lengua
-Estaba en una reunión con unos amigos,
para un festival de arte bizarro
que será en noviembre, se llama Sarna Festival-
¡Qué bonito!
exclama artificial y maternalmente,
casi por entera ternura la mujer a mi costado.

Me vi, mariconeando la lengua, contando entretelones
que por cierto
a ninguno de mis interlocutores importaba.
Ensalsado en la tela y su rocío
me vi, de un candelazo
involucrado también a las playas del caribe
a la cumbia peruana que sonaba en el parlante.
Me vi, mariconeando tan natural
tan lleno de sabor, tan risueño ante las huevadas
del puñeta del cubano popular,
tan cosmopolita en mi pueblo,
tan a medio comprender,
tan lleno de alegría al cambiar una tiranía por otra
una pobreza por otra.

El plato ya listo:
el pollo sellado con vino blanco y salsa de soya
los champiñones, callampas, morrongas,
o el nombre que hoy se antoje
la crema ya espesada con maicena,
los camarones ecuatotianos ahora rosados
y los palmitos que tanto sorprendieron a mi compañero
-Cuba está llena de palmeras, y no hay palmitos-
¡Está listo!
digo aflautadamente mirando a los ojos al nuevo garzón.
Toma el plato riendo nervioso
y lo detengo...
-El mariconeo-
El toque verde
el cilantro picado
-Ahora sí-
Merci beaucoup.