samedi 18 avril 2015

Antofagasta

Trozos de acacia riegan baldosas de piedra gris
el zumbido de una moto, el bramar de los autos
y la pintura descascarada
por el temblor de los camiones, o del tren.
Todo al ritmo bossa nova diamantina.
Se alegra de saludarme el sol del Atacama.

Laberinto de calles coquetas, ociosas y adornadas,
navegan sus canales naos homogéneamente diversos.
Siempre creciente florece el enclave
siempre en movimiento,
como levadura
como hongos en la humedad del oasis.

Sonidos y memorias requisadas por el asfalto,
tarifa aduanera que pagamos por un espacio de sombra.
Transitan los testigos y sus policromáticos testimonios
como telón de fondo, Cerro Moreno, el mar.

Jardines repartidos con simpleza sonámbula, muda,
se esparcen lucecitas arañando cerros ojerosos,
también aquí cosquillean el cielo
hormigonados edificios monoformes.
Y muy por debajo observan olvidados
los patrimonios delicados.

Esta es la Río de Janeiro del Pacífico
el lujo vomita carnavalesco sobre casas de cartón.
Drogadas y embriagadas caen las moscas danzarinas
mueven sus alas al son paradisíaco del disco solar.

Hija prostituta de la familia chilena,
amiga del neoliberalismo
aunque ignorante de política.

La Perla del Norte
se levanta con quinientos mil ojos,
viste de gala
pero camina transpirada y esguinzada
las roídas calles inconclusas.
Almuerza con cuatrocientas mil bocas
mientras piensa en juegos de artificio,
maquillajes dorados
y diputadas “Infinite Pleasure”.
Cena con desconocidos
hablando inglés, chino y croata
con acento caribeño-andino.
Al caer la noche,
acostada con seiscientos mil cuerpos
ve en la tele el Hospital Regional,
el vertedero La Chimba,
la bandera de cuatrocientos sesenta millones,
avenida Pedro Aguirre Cerda,
el muelle histórico,
el Mall y a la alcaldesa.