Eran dorados sueños
los que confluían a la cabeza.
Como algarabías en gritos
como viajes de túneles.
Sin embargo, no podía detenerse
y el mundo continuó exigiendo,
una existencia.
Que permite de vez en cuando
adorar a los dioses del viento.
No tiene cómo pausar latidos
ni puede oír el silencio del universo;
Pero sí puede, comer animales muertos,
combustionar el mundo
y gastar dinero.