dimanche 12 août 2018

Prosa 1 a mi abuela

Lo primero que me atreveré a decir y como siempre, es la total perdición de mis palabras.
Esta noche y como las últimas no he podido dejar de chapotear mi vaso
de incomodarme en el aire y volver a sumergirme en él.
He intentado de muchas de maneras volver a tomar la imagen que quedó en mí y dejar atrás las culpas y los bellos momentos imaginarios que nunca pude dar.
A la vez puedo decir que realmente no sé cómo llegar desde mi plano al que se supone existe después de lo que naturalmente iba a suceder. La muerte.
También voy a real hincapié en esto: no sé si tutearte o siempre tratarla con ese “usted” que en verdad salía desde mi corazón al suyo.
Tengo sólo una certeza en estos momentos y ya con ello estoy llorando, yo no dejaré que una artista, que una vividora de sus sentimientos quede en lo que quedó. Una tumba en tierra, y subrayando las últimas palabras como me dijo el funcionario del cementerio la única vez que a visitar la tumba.
Quiero hablar sobre lo lindo de nuestra relación, de las memorias llenas de risas y complicidad, pero lo siento Lela, yo no puedo dejar de lado mis cadenas personales siempre sonando y apuntando al suelo. No puedo cada vez que un lindo recuerdo me visita no sentir tristeza por lo que nunca le pude entregar. Por lo que y sin falsos lagrimeos “le debo”.

Este será mi tercer año en Argentina, tal y como usted hubiese querido, haciendo teatro tal y como hubiese querido. Y sólo hasta aquí puedo llegar. No soy una persona autónoma, no soy estable económica ni sentimentalmente, y me suelo recluir más de lo necesario.

La primera vez que vi el obelisco pensé en usted, en usted parada donde estaba yo, regia, con su look de mujer moderna, sin hijos y con un divorcio en los sesenta, hablando inglés y alemán con fluidez. Quizás con más groserías que una dama de su rancio linaje. Pero canchera e independiente. Completa. Joven. Alegre. Izquierdista. Rebelde. LIBRE.

La segunda vez que pensé en usted, fue cuando me llamaron por su muerte.
Así de ingrata y zigzagueante es mi alma y  corazón, y yo viviendo mi luna de miel en la ciudad de la furia, olvidé por completo esa cama llena de almohadones y cojines.
La segunda vez subí hasta una terraza a media cuadra del dichoso falo egipcio, completamente obscura y fría, era junio y el frío húmedo nunca me dolió tanto. No se veía el obelisco desde mi terraza porque soy pobre y espero no causar imágenes falsas.
La segunda vez sólo podía pedirle que apareciera, una vez más, sólo una vez más y no apareció, porque esas cosas no suceden. El tiempo ya se había ido y la última vez estaba cerrada. La última vez no supe aprovecharla nuevamente y me emborraché hasta tarde en el bar donde trabajé, llegué a casa corriendo, tomé mis maletas y me despedí llorando el eterno déjà-vu de nuestra despedida. Nunca podré olvidar esa noche y ese recuerdo de su mano extendiendome un billete.
La segunda vez, estaba solo, más de lo que nunca había estado. Y te había dejado en casa.

Y es justamente esta metáfora la que me ha mostrado la deuda eterna a la que estaré con su alma. Quisiera de alguna forma ordenar en mi cabeza todo lo que pude aprender de usted y las maneras y el lenguaje que fuimos forjando y que me enseñó a ver el alma antes que el cuerpo. Así, lo diré sin tapujos y sin humildad. Gracias a usted, a su mirada directa, a su forma constante de quererme es que puedo medir el mundo.

Nadie nunca entenderá algo como lo que nos sujetaba el uno al otro, la forma en que de a poco fui interesándome más en mi retorcido mundo, en mis fantasías de un arte que aun no encuentro. Nadie nunca podrá entender esas conversaciones en que no habían palabras, en que todo lo que alguna vez me enseñaron no tenía validez frente a usted, frente a usted siempre estuve desnudo mirando sus ojos o intentando esquivarlos.
Recuerdo claramente la única vez que fingí no entenderle. Recuerdo claramente el gesto de su dedo y los ojos en los míos. Nunca más lo volví a intentar.

Una vez calmados mis dedos y mi tornado de justificaciones, una vez calmados mis sentimientos, prendo un cigarro, fumo una pitada del porro y convengo que es necesario aclarar ciertos puntos.

Sonia Andrade, nace en Santiago un 2 de julio de 1939. Egresada del colegio nacional. Trabaja la mayor parte de su vida en una joyería como vendedora-modelo e intermediaria entre los dueños alemanes y los chilenos. Se casa con un muy buen partido pero se divorcia por motivos no muy claros al poco tiempo después. Su grandes pasiones, viajar, el teatro, las artes en general, el esperanto, la política y las amistades. Se casa años después con un primo, lo que genera una mayor distancia entre su familia conservadora. Única hija consentida de un padre que ella siempre recordó con lágrimas y de una madre muy dedicada. Tiene dos hermanos, Emilio y Víctor, ambos de clase acomodada y uno de brillante carrera en la industria del armamento. Masones los hermanos y el padre.
Madre a los treinta y algo de Sonia y Mario. Ambos en Antofagasta, ciudad a la que se muda posteriormente del matrimonio con Enrique Andrade.
Se divorcia a los diez años después y se queda en Antofagasta sola y con dos hijos.
Se sumerge en una depresión que culminó con dos ACV y dejándola postrada y sin poder hablar. Posteriores rehabilitaciones y terapias le devuelven el lado izquierdo de su cuerpo quedando hemipléjica y con un lenguaje que se reduce a -si-, -no- y -hola-.
Empobrecida y con escasas posibilidades de vivir independientemente, comienza a pintar, esculpir, bordar y a hacer artesanías de todo tipo y escalofriantemente trabajosas.
Aparezco yo en la historia del segundo matrimonio de su hija Sonia, con Germán, mi padre.
No como cualidad contaré que ella nunca supo disimular muy bien o francamente no le interesaba, y siempre mostró favoritismo por su hijo Mario por sobre mi madre y así mismo y dado el parecido entre nosotros (mi tío y yo), posteriormente conmigo, su nieto favorito. Su nieto, como me decían las señoras en los talleres al que la acompañaba a la iglesia.
Desde este momento es que la línea de la realidad se retuerce en anecdotas contadas y diálogos acalorados entre una persona sin habla y yo.

Es de esta forma en que como repito casi terapéuticamente aprendí a charlar con las personas sin escuchar sus palabras, como aprendí a leer miradas y como raramente una intuición me resulta equivocada. Esto y ahora que lo pienso fue el arma que me dejó y con la que mejor me he desenvuelto en la vida. Gracias nuevamente.

Es de esta forma y como nunca aprendí a ver la vida, que pude sentir las limitaciones del cuerpo como algo superfluo, como algo que en mi inocencia de niño burbuja no dolía, e intentaba hacer las cosas como usted y abría frascos y tomaba todo con la mano izquierda mientras usted reía. Son estos los recuerdos que de alguna forma le dieron cuerpo a esto que no soy, es de esta forma en que mi madre dentro de todas las maravillas que me intentó dejar, nunca se podrá equiparar a esta relación tan envidiada por nadie.
Es de esta forma Lela, en que quisiera recordarla, es de esta forma como quiero que la historia la vea, como mi heroína allendista, como la mujer que le llevaba cartas escondidas a los detenidos de Chacabuco de la misma forma que me llevaste chocolates cuando me castigaron por robarle a mi mamá.
Es de esta forma en que me he hecho daño toda la maldita existencia, tiñendo de tristeza todos los paisajes que de alguna forma tu caminaste igual, con una pierna.

Es de esta forma como puedo pagar de alguna forma la deuda eterna a la que estaré sujeto, intentando dejarnos vivir hasta que el último ejemplar de este futuro libro sea leído por la última persona del planeta. Si de alguna forma sé que podemos continuar juntos es sobre la frágil memoria del papel.
Espero pueda con esto. Con todo esto.

Comenzaré con el momento más fuerte que pasé en mi vida de la mano de usted.
Nací en Antofagasta y al poco tiempo después del nacimiento de mi hermano menor (un año después), mis padres se separan, por lo que nunca los ví juntos realmente. Mi madre siempre trabajó desde que tengo memoria y por lo mismo pasamos mucho tiempo juntos mi abuela y yo. Criado entre mañanitas y bordados nunca exploré ni mínimamente mi masculinidad y esto le hacía una gracia enorme a ella. Siempre haciendo algún árbol de mostacillas, pintando alguna tela o jugando a las cartas, el tiempo entre nosotros fue algo tan sólido en mi personalidad, algo que me marcó profundamente en los años de formar el carácter. Fuimos compañeros de tantas charlas y fue usted sin duda la que respondió a muchas de mis primeras preguntas, Fue usted la que me metía los libros y contrató cable para que viera Discovery Channel.
Mi madre separada y con tres hijos se muda a Santiago en busca de oportunidades o qué sé yo, este viaje es una de los periodos menos narrados en mi familia.
Al mudarme yo a Santiago y ahora “adulto” sabiendonos, me imagino su dolor y su angustia al saber además que francamente aunque quisiera ella no se podría hacer cargo de mí.
Me voy a Santiago en un taxi que recuerdo tristemente como nuestra primera despedida, entre llantos y más llantos.
Cuenta una amiga de mi madre que había dos marcas de mis manos en su mesa de livig, ella nunca las limpió y pedía que no las tocaran,
Mi estadía en Santiago la recuerdo bastante triste llena de smog, contaminación, gente por todas partes, calles ruidosas y una madre triste.
Pasaron los meses y fui adaptándome a la primera desvinculación con mi vida, seis años. Este viaje fue a principios de marzo y yo estoy de cumpleaños a principios de nov.
Para el día de mi cumpleaños, mi madre que siempre preparaba las tortas de toda la familia, se levanta tempranisimo y dice que va a ir a buscar la torta.
Es una estupidez ya que ahora que lo escribo era obvio lo que sucedería.
Pero alrededor de las doce o una de la tarde, escucho a mi hermana reirse fuerte y saludando alegre. Escucho el sonido de cosas bajando de un auto, mi madre dice,”ya traje la torta” y al llegar a la puerta de la casa estaba ella, con su traje rojo de dos piezas con un imponente abrigo y su muleta. Juro que nunca sentí tanto dolor en mi corazón y juro que nunca lo volveré a sentir.  Aparte de su risa y abrazo, recuerdo haber estado mucho tiempo en shock. Recuerdo la caja que trajo llena de regalos y vhs que ella misma habia grabado con propagandas y todo para llevarme los documentales de animales y el programa Art Attack que siempre veíamos juntos. Me trajo unas zapatillas de las Spice Girls y otras cosas que no recuerdo pero que eran las cosas que realmente quería, esas cosas que sólo quien te conoce sabe que quieres. Y yo, como pocas veces dejándome ser feliz en paz.

Bruscamente caigo nuevamente en tu último beso y en esa mano con las uñas largas y desatendidas que yo nunca fui capaz de pintar.

Fue usted sin dudar a quien primero le conté de mi viaje a Argentina, y fue usted sin dudar la persona que estuvo más feliz. Nunca le conté el motivo, ni los por qués, usted sabiendo todo me dijo repetidas veces que no me preocupara por usted, que estaría bien y que por favor fuera a Montevideo, que era hermoso.
Fue usted en realidad la única afectada, la única que me extrañó y la única quien sabía lo importante que era para mí esta loca aventura. Pero aún así, hasta el último minuto me mostró SU apoyo a MÍ. Usted hasta el último minuto y cuando fue la única vez que comprendí que me estaba despidiendo para siempre quien me consoló a mí y acarició mi cabeza y me dejó como siempre llorar. No hubo un último té, una última conversación ni una última risa. Sólo lo que quedó años y años atrás, sólo las fotos que me traje y la única foto de nuestra salida a tomar helado. Rapidito, porque yo tenia cosas que hacer y estúpidos que atender…
Este fue mi pago a todos los años que me dedicó y a todos los hipos que mágicamente curó.


12 de agosto, 2018.
Desperté después de haberme quedado dormido accidentalmente a las siete de la mañana y después de un sueño horrible.
Desde que me vine a Argentina todas las estructuras en las que me moví en Chile cambiaron muchisimo, esto lo pude comprobar la única vez que viajé a casa.
Mi casa, su casa Lela.
Por lo que en realidad todos lo que mi subconsciente tiene como “casa” es algo ya en los recuerdos. Cambiaron las paredes, el techo, las habitaciones.
En mi pesadilla, todo estaba más o menos como antes.
Nuestras dos habitaciones directamente con puerta al living. Separadas por el mueble y la tele. Frente a ellas un sillón. La puerta de mi habitación estaba cerrada y la suya abierta, usted dormía en un sillón del living, tenía una falda blanca y una blusa celeste con dibujos verdes, patrones semi gitanezcos. Abro la puerta de mi habitación y hay dos camas, en una de ellas hay un hombre, masturbándose, pero yo no veo lo que hace, sólo que cuando entro se tapa con la sábana. Salgo y le dejo solo, pero con la puerta abierta. Recuerdo que usted me dijo que sacara su hervidor eléctrico de su pieza “antes de que muriera” así voy a su pieza, tomo el hervidor y cuando estoy saliendo con el cable en la mano me paro y en perspectiva está usted frente a mí y al fondo el hombre ahora sentado en la cama, hermoso, casi hecho para mí, un cuerpo bello pero no musculoso, un cabello crespo y una cara que no podré olvidar. El tipo ahora me muestra invitándome a entrar el pene erecto. La miro a usted con su hervidor en la mano y me muestra la mano y tiene coagulos de sangre entre los dedos, su falda ensangrentada y me dice que la ayude. Yo corro a dejar el hervidor a mi pieza, tomo el celular, el hombre ya no está en la escena. Me empiezo a poner nervioso y me persigue la imagen de sus dedos afirmando un coagulo en especial, transparente, rojo y negro. Despierto.

2 commentaires:

  1. Este escrito me quebró y me armó de nuevo... cada palabra, vivencia y recuerdo son tan auténticos como tus sentimientos hacia tu lela y lo fuerte que sembró sus cimientos en tí.
    No podría describir esa emoción que en aquel momento pude encarnar, a través de ti... empatizar pude con cada lágrima vertida...
    Quedan los momentos y las sonrisas perpetuas... a pesar del cambio de energía y espacios esas experiencias quedan impregnadas en las paredes donde bebíamos el té y ella se reunía con sus amigas. Orgullosa siempre estuvo..de su regalón =)
    Yo agradecida del cariño, atenciones y cada regalo manufacturado que me dió...

    un gracias constante en esta vida y la próxima...
    un abrazo en los sueños, en los que volvemos a ser niños, la vida es símil a la muerte y somos infinitos...

    RépondreSupprimer
  2. Amigo hermoso te felicito. Tus escritos son maravillosos, naturales como la vida misma. El amor por tu lela habla del cariño sincero a través del tiempo porque ella supo sembrar en ti lo infinito en una relación de abuela y nieto y te mostró la vida tal cual es, sin tabúes, sin arrepentimientos, llena de un amor donde no hay dudas de lo eterno. Felicitaciones por esa historia maravillosa. Un abrazo. Siempre en mi recuerdo amigo hermoso. Sigue creyendo en ti, en tu talento, en tu arte y en tu entrega en las tablas y en la vida.

    RépondreSupprimer