vendredi 26 juin 2015

A memorias del ángel caído

Camino en un mundo peligroso, hostil y salvaje.
Un mundo donde caminar solitariamente la noche es peligroso,
donde presencio el total desprecio de personas a personas
madres a madres
padres a padres,
hermanos a hermanos
nosotros a nosotros.

Prueba final que cuantifica el odio en la profundidad del ser,
el odio
el odio a ser
el odio a ser un ser humano.
Nuestras almas concubinas del egoísmo.
El pedalear de todos para esta máquina
que nos es de nadie,
el empujar un bote al cual nunca subiremos.

“Ah, qué bello fue. Yo no lo vi, pero me lo contaron: Cuando eran llevados a la cámara de gas uno de los grupos de Auschwitz, una mujer que era bailarina realizó su último gesto de libertad y bailó, bailó desnuda, con la cabeza rapada, por el amor que el arte revivía en ella. Y aunque fue inmediatamente fusilada, quedó en aquel lugar, ante los ojos de aquellas pobres personas, un recuerdo de la libertad, una pequeña libertad que danzaría entre ellos.” (Memorias del Ángel caído, Marta Oliveri).

Al fumar recuerdos de la que creo es otra vida,
vida que disfruto en cinco minutos,
se escapan de la memoria tan frágil
flor de nieve.
Nieve, otoño
y las escarchadas maneras de besar la vida.
Tratando de pedalear más y más rápido,
tratando de llegar a metas invisibles.
Tratando de zurcir el traje nuevo del emperador.

También juego a ser un humano de vez en cuando,
tratando de tratar,
intentando llevar a cabo este intento fallido.

Sólo quiero danzar esta danza mía.
Quiero bajar de la máquina
que no me sirve y... No quiero construir otra nueva,
sólo quiero danzar
sólo quiero danzar esta danza mía.

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