vendredi 19 mai 2017

Antofagasta (primer capítulo libro proyecto)

Existen lugares que Hollywood utiliza para inspirarse y estrujar al máximo las particularidades del ser humano, su vivienda, sociedad y costumbres.
Del mismo modo, existen lugares en pleno “mundo civilizado” donde nos asombra la naturalidad del machismo, y el peso de la suela capitalista en el rostro.

Corre la segunda década del nuevo milenio, este país que rasguña la tierra para no caer a la fosa de Atacama se ha transformado en la carie más profunda de la corteza terrestre. Nos encontramos en Chile, más específicamente en la zona llamada “Norte grande”, pleno corazón del desierto más árido del mundo y núcleo productivo de la pujante nación más odiada del cono sur.
Es la parte más ancha del tallarín, la más seca, la más polémica, la más xenofóbica, la más ridículamente arribista del último confín que alguien quisiera poseer.

Antofagasta es el núcleo urbano más importante, puerto y ciudad de descanso y recreación para los miles de allegados desde tierras lejanas en búsqueda de alguna migaja del Tío Sam.
Antofagasta es una ciudad corrompida por las disputas internas y que mira con desprecio su pasado boliviano, lejos de la esfera del Santiago colonial. Ajena a los bailes nacionales y la cultura campesina del Chile en general.
Antofagasta fue una tierra deshabitada por siglos, cuenta con un par de pobres quebradas donde algunas veces al año corre un poco de agua dulce. Donde la lluvia se divorció del suelo, algunos pájaros aprovechan sus acantilados al borde del mar para anidar, pero donde paradójicamente el animal emblema, un puma, nunca ha pisado sus demarcaciones.
Así, con medio millón de personas (estables) y el PIB más alto del país la apodada Perla del norte, presenta contradicciones que serían el caldo de cultivo de dos millones de Revoluciones de Octubre.

El precio del agua, así como de todos los bienes de consumo excede con creces lo que un ser humano promedio puede llegar a ganar en un mes. La vivienda es casi un trapecio de la muerte para quienes se atreven a salir del nido. Los males de las grandes ciudades se hacen presentes en cada paso, en cada mirada que se le puede dar, la congestión vehicular parece sacada de cualquier metrópolis en desarrollo, el nivel de peligrosidad de algunos barrios no tiene nada que envidiarle al Bronx. Del mismo modo el universo cosmopolita de la comuna hablando varios idiomas y acentos compite sólo con la gama de artículos importados que llegan desde todas partes del mundo. Los males de las pequeñas ciudades también hacen alarde en este pueblo de quinientas mil personas, donde prácticamente todos se conocen con todos, o todos saben quien los conoce a todos. La xenofobia es la principal característica de los pueblos con una identidad poco conforme y la Perla no es excepción.
Los bares, las drogas y el alcohol se toman el puerto a penas unos minutos antes de que baje el sol.
Entre la costa sin playas naturales y la cadena de cerros llamada “Cordillera de la costa” se encuentra este poblado señalado con un ancla invertida.
Más al interior se extiende un leve descanso al relieve abrupto de este rincón indeseado del mundo. Esta planicie llamada “Pampa” no tiene nada en común con su homónima argentina. Desolada estepa de sal, piedras y arena, ofrece completamente desnuda la belleza de la madre tierra. En ella se hallan el Valle de la Luna, el oasis del Loa, el oasis de San Pedro de Atacama, y un lugar que será nuestro protagonista, el lago seco más grande del desierto, el Salar de Atacama. Justo bajo los pies del imponente Lascar.
Sólo un par de kilómetros separan estas tierras de la frontera con Argentina, sólo un par de kilómetros restan de espacio y el relieve cambia totalmente, ofreciendo el comienzo del dulce altiplano con sus bofedales, vicuñas, llamas y ahora sí, el puma. Lugares hermosos como la laguna Miscanti, reino donde sólo un puma podría gobernar.
Luego un letrero “Paso de Jama” y este delicado sueño largucho y rasguñado por los terremotos termina.
Entonces para comenzar de una vez por todas con este candente relato dejo una pregunta abierta a mi querida matria.
¿De dónde tanta vanidad? ¿No somos todos extranjeros en el desierto?




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